Ante un contexto inflacionista en toda Europa, los consumidores europeos se han vuelto más austeros y han adaptado sus hábitos de compra a la nueva realidad, en la que el poder adquisitivo ha caído. Así, el sector hortofrutícola español se enfrenta a una campaña de exportación complicada: con un consumidor que se está desplazando hacia los hard discount en busca de promociones y mejores precios, una producción muy por debajo a la de años anteriores, a causa de las adversas condiciones climatológicas, que han impactado prácticamente en todos los productos; y una fuerte competencia, como la de Marruecos, que pisa los talones a los productores de tomate. Pese a todo ello, las frutas y hortalizas españolas siguen contando con la aprobación de los europeos por su calidad, seguridad y sus técnicas de cultivo sostenible, palancas todas ellas de crecimiento, a pesar de que se espere un 2023 con menos ventas.